Querido diario:
Me siento como una persona horrible, tengo una sensación de vergüenza y asco a mi mismo que no consigo despegarme.
Hace un par de días, aprovechando que nada me dolía muchísimo, todo me dolía lo normal, me acerqué a un riachuelo que hay a unos 500 m. Con dificultad pero con paciencia y esfuerzo se puede llegar a cualquier sitio si vas muy despacito. No es ninguna locura de sitio, pero hay árboles y te sientes trasladado a otro lugar.
Allí había un hombre de mi edad con su perro, muy majetes los dos. El hombre me contó que hacía unos años (mes arriba, mes abajo: cuando yo enfermé) le detectaron un cáncer. Naturalmente le dije que lo sentía mucho. Me respondió que no había que preocuparse, que ya había remitido y que la única secuela era que en días malos como ese tenía que tomar analgésicos y entonces no podía hacer deporte.
El hombre me contó que vivía en el pueblo de al lado. 3 o 4 km no se los quitaba nadie. Así que en esos días malos daba buenos paseos a su perro.
También me contó que con el cáncer, la Seguridad Social de su propia mano le habían jubilado, así que ahora podía dedicarse a disfrutar, estar con amigos y familia, jugar con su perro, etc.
Yo no le dije nada de lo mío. ¿Quién soy yo para amargarle su disfrute? Pero me dolió. Me vi reflejado en un espejo en el que está todo al revés. Su día malo era infinitamente mejor que mi día bueno. Su calidad de vida era mejor, el apoyo de su entorno e incluso la Seguridad Social, que a mi lo único que ha sido capaz de decirme es que si no tengo un diagnóstico es que estoy bien y debo hacer vida normal (aunque no me han explicado cómo).
Estoy seguro de que este hombre lo habrá pasado fatal y seguirá teniendo sus momentos, pero me dió envidia. Un hombre que había pasado un cáncer me daba envidia. Si un genio me hubiese permitido cambiarme por él, por mucho que no le deseo lo que estoy viviendo a nadie, no sé si habría podido resistirme a decir que sí. Debo ser una persona horrible.