Querido diario:
Sé que hay que ser transigente y dejar a la gente tranquila con su Fé, pero creo que también la gente debería medir un poco sus palabras aunque las lancen con la mejor de las intenciones.
Yo, que me veo sólo, sin apoyos de ningún tipo, enfrentándome durante años a una enfermedad que no conozco pero que me afecta a todo el cuerpo he tenido que escuchar un montón de cosas bienintencionadas de conocidos y desconocidos.
Lo malo es que las intenciones no son todo, y depende en qué momento pueden hacerte mucho daño.
“Tu problema es que no eres positivo”. Ya, como si fuera fácil ser positivo cuando llevas un mes en el que apenas has podido salir de la cama. ¿Cómo se vuelve uno positivo? ¿Se mete una pila por algún sitio? Además, ¿me quieres decir que la culpa de estar enfermo es mía? ¿Que si yo eligiese estar bien lo estaría? ¿En serio?
“Tienes que tomar jengibre”, “tienes que hacer esta dieta”, “tienes que hacer el saludo al sol por las mañanas y abrazar árboles por las tardes”. De verdad, gracias que sé que es con buena intención, pero soy un ferviente creyente de la ciencia que aunque no tenga todas las respuestas se contrasta y se retroalimenta a si misma. No hay cosas que sean “porque sí”.
“Dios tiene un plan”. Pues no sé cual será del mismo modo que no sé siquiera si existe algo similar al Dios que venden, pero mi único plan es que como apostaté después del primer año enfermo, si muero no tendré nada que ver con ese dios que todo lo puede pero nada hace, ni la iglesia que lo representa a su modo y conveniencia.
“A mi hijo le pasaba parecido a ti, le estuvieron poniendo biológicos y a la vez fue a este curandero, y se puso bien, pero fue gracias al curandero”. Me alegro de que su hijo esté bien, aunque dudo que sus conclusiones sean correctas.
Hay mucho vendehumos que sabe mucho de marketing y la sociedad en general les permite actuar con impunidad y eso hace que gente desesperada caiga en sus garras.