Una hormiguita iba por el campo muy concentrada buscando comida para su colonia, cuando de repente se chocó con una cigarra que estaba almorzando.
– ¡Horror! ¡Peligro! He de avisar pronto a los soldados. – gritaba la hormiga mientras no conseguía moverse petrificada por el miedo.
– Tranquilícese señora hormiga, creo que le está dando un pequeño ataque de pánico. Concéntrese en su respiración: inspire, expire, inspire, expire… Muy bien, ¿ve como ya se le va pasando el susto? ¿Quiere almorzar conmigo? La savia de esta planta es muy dulce.
– ¿Al… almorzar? Yo no puedo almorzar, tengo que trabajar para la colonia, no nos está permitido comer hasta que la reina y sus princesas y princesos estén bien alimentadas.
– Bueno, míralo de este modo. Con el susto que te has llevado se te ha ido casi todo el carmín de tu exoesqueleto, para poder seguir con tu trabajo has de recuperarte antes y un poco de dulce te vendría muy pero que muy bien.
– Visto de ese modo… Tal vez deba almorzar un poco.
– ¡Claro que sí! Aquí tienes, aprovecha el agujero que ya he hecho yo. Está rica esta savia ¿verdad?
– Mmm, mmm- contestó la hormiga mientras asentía sin quitar la boca de la planta.
– Seguro que en un momento vuelves a estar en perfectas condiciones para seguir con tu tarea para la colonia… Hablando de la colonia ¿qué era eso de los soldados que decías?
La hormiga, que ya parecía saciada, se separó de la planta y contestó.
– Tenemos órdenes de que si vemos a cualquier intruso en el terreno de nuestra colonia avisemos a los soldados para que se hagan cargo.
– ¡No suena nada bien eso de que unos militares se hagan cargo de una pobre cigarra que no se ha metido con nadie! Además ¿quién dice que este es el terreno de tu colonia? Yo pensaba que la tierra era de todos y todos debíamos encargarnos de cuidarla y de disfrutarla. ¿Por qué va a ser vuestra?
– Bueno, no sé, es lo que nos comunicó la Reina.
– ¿Y a esa reina le hacéis siempre caso en todo?
– Por supuesto, es nuestra obligación. Cómo miembros de la colonia, acatar las órdenes ayuda a que todos estemos a salvo y felices.
– Ya, felices pero primero tienen que comer ella y sus hijos… ¿tú tienes hijos?
– Nooo, no se nos permite.
– ¡Faltaría! ¡Así que toda la colonia se desvive por esa tal reina y sus vástagos! ¿Al menos la elegisteis por ser la más sabia o algo así?
– La verdad que yo no sabría decirte, cuando nací ya estaba ahí.
– y visto lo visto cuando mueras ahí seguirá en su poltrona.
– bueno, sí que algunas de las obreras mueren de vez en cuando, si hay falta de alimento o un ataque a la colonia, o si se rompe una pata… Pero acostumbramos a vivir varios meses, aún me queda.
– ¿Y la reina? ¿Cuánto vive la reina? ¿También se pone en riesgo cuando hay un ataque o pasa hambre cuando hay escasez?
– No bueno…
– ¡Bueno nada! Os han vendido el cuento de que todo es por el conjunto pero al final todo es por la señorita dirigente.
– Pero al vivir en una colonia recogemos toda la comida de nuestro territorio y así tenemos reservas para comer todas.
– Una vez que haya comido su majestad.
– Sí, bueno…
– ¡Y lo de vuestro territorio ya me tiene un poco harta! Cuando yo nací de la tierra tuve que pelear por mi propia vida para salir a la superficie y hacer todo lo posible para conseguirme sustento. Y desde entonces he hecho lo que me ha parecido sin meterme con nadie, y ahora resulta que por tomar de esta savia tú y yo somos enemigas porque en la imaginación de vuestra reina esta tierra es suya y sus soldados me atacarán y matarán si pueden. ¡Puede que incluso me lleven de almuerzo para la señorita de la poltrona y sus vástagos! Eso sí, tú no almuerces no vaya a ser que te sientas feliz y libre por un momento.
– Pero la Colonia…
-¡Nada! La colonia nada. Por casualidades del destino yo nací cigarra y no basta con que haya tenido que salir del barro por mí misma tras nacer y vagar buscando sustento, que si entro en las supuestas tierras de la colonia me arriesgo a que me ataquen los militares… Y tú, hormiguita, por haber nacido obrera has de hacer todo pensando en la satisfacción y el cuidado de tu reina lo primero, y quizá, si te sobra tiempo puedas pensar en ti misma… Eso no es una colonia, es una tiranía, y desde el nacimiento os inculcan que no sois iguales y no tenéis el mismo derecho. Si ni entre vosotras tenéis igualdad, cómo va a esperar un trato justo e igualitario una pobre cigarra que vagabundea de aquí para allá buscando sustento. Parece que ya te has recuperado, tienes mejor color al menos, me voy antes de que tus militares me encuentren.
Y echó a volar sin mirar atrás, dejando a la hormiguita toda pensativa. Tal vez, si hubiese vuelto la cabeza se habría dado cuenta de que a la hormiga colorada le habían salido unas pintitas negras.
Tras mudarnos cerca de la mar, un capricho que nos dábamos a diario mi perro y yo, era acercarnos a la playa a dar un paseo en cuanto los primeros rayos de sol nos hacían abrir los ojos.
Paseábamos, nos bañábamos y cuando había olas grandes él corría asustado. Primero se acercaba ladrando cuando se recogían y luego escapaba a todo correr cuando las olas volvían a por él.
Un día, en uno de estos paseos matutinos vimos algo a lo lejos, era blanco y no muy grande, pero parecía que se movía un poco.
Aler, mi perro, se acercó a todo correr y vi cómo al llegar mantenía la distancia y poco a poco se acercaba olisqueando y acariciando con el hocico a lo que fuese que estaba en la orilla.
Al alcanzarle pude ver que eso junto a lo que se había quedado tumbado era una cría de foca, ¿o era un león marino? Nunca recuerdo cual es el que tiene orejas y cual es el que no.
Nos quedamos junto a la cría un tiempo, oteando el horizonte sin conseguir ver a su madre, mientras manteníamos húmeda a esa cosita blanca que aunque al principio parecía aterrada, empezaba a sentirse cómoda con nosotros.
Tras más de una hora pasó el primer paisano de la mañana, un vecino al que apenas conocía de poca más que de «hola» y «adiós».
Le enseñé a la cría y me dijo que algunos años había pasado. Seguramente la madre mientras buscaba comida se había encontrado con un depredador, posiblemente pescadores, y ya no podría volver con la cría. Alguna vez habían llamado a las autoridades pero esas crías necesitan una atención constante que los funcionarios no les daban y no salían adelante. Lo único que se lograba era alargar su agonía un poquito más. Que lo mejor era asumir que ya estaba muerta… Así es la naturaleza.
Tras esas palabras siguió su camino como si nada.
¿Asumir que ya estaba muerta? Se movía y hacía ruiditos ¿cómo íbamos a abandonarla sin más?
En ese momento ni se me ocurrió mirar en Internet, actúe por instinto. Cogí una toalla que llevaba conmigo, la empapé, envolví a la pobre cría y la cogí en brazos. Pesaba más de lo que parecía, y al principio se revolvió mucho, pero enseguida se calmó y pudimos echar a andar de camino a casa.
Una vez en casa ya pude pensar con más calma, y aunque no conocía a nadie que supiera de fauna marina pregunté al bot buscador cuál era la mejor forma de intentar mantener a la cría con vida.
Fueron unos meses difíciles, tanto Aler como yo nos pasamos junto a ella, Focus la llamamos, casi todo el tiempo.
En cuanto la vi con fuerzas volvimos a ir a la playa, pero en lugar de paseando nos acercábamos los tres en mi destartalado coche. Allí los tres jugábamos, y Aler dejó de tenerle miedo a las olas grandes gracias a que no quería dejar a Focus sola, que ya cada vez era menos cría.
Alguna vez nos cruzamos con aquel paisano que siempre nos miraba con una mezcla de estupor y alegría. Y pasados varios meses se acercó a nosotros y me estuvo hablando. Faltaba poco para que las focas volvieran a pasar por la zona, y lo mejor para ella sería llevarla en barca a mar abierto para que se juntase con otras focas.
Lo pensé mucho, y tenía razón. Aunque en el jardín le había hecho un pequeño estanque, la tierra firme no era un lugar adecuado para una foca. A veces hay que dejar ir a quien quieres, aunque no sabía cómo explicarle eso a Aler.
Llegado el momento hablé con el Pirata, tenía un barco pequeño pero muy marinero, que podría llevarnos hasta donde fuera necesario.
Lo más difícil fue salir de casa dejando allí a Aler. Se puso a ladrar y llorar como un loco, no entendía por qué su manada le abandonaba… Llevábamos muchos meses sin separarnos los tres.
Fueron varios días los que tuvimos que salir, y al ver que siempre regresábamos los dos, empezó a tomarse nuestras escapadas en solitario con más calma.
Sin embargo llegó el día, el Pirata y yo encontramos un grupo de focas, y Focus enseguida se lanzó a jugar con ellas. Primero sin alejarse del barco, pero poco a poco se fue envalentonado y cogiendo más distancia. Estaba claro que la habían aceptado, así que el Pirata y yo nos dimos media vuelta y nos alejamos lo más rápido que aquel viejo cascarón podía. Al darse cuenta, Focus hizo ademán de seguirnos unos cientos de metros, se me partía el alma, pero al final se dio por vencida y se quedó quieta viendo como la dejábamos atrás. Cuando estábamos ya muy lejos vi a través de unos prismáticos que volvía con sus nuevas amigas… Al menos un consuelo.
Al llegar a casa todo fue un drama, Aler se puso histérico al no ver a Focus, subía y bajaba del coche sin parar. Olfateaba y gemía hasta que pareció entender que ya no estaba.
Los siguientes días fueron muy duros, apenas interaccionaba conmigo y en nuestros paseos matutinos no se acercaba al agua, ni corría, ni nada. Me preocupaba, pero no había mucho que yo pudiera hacer.
Sin embargo, al séptimo día, mientras dábamos nuestro, ahora melancólico, paseo oímos un ruido. Aler en seguida se puso atento y venteó hasta que salió disparado como un rayo. Cuando le alcancé estaba en al agua jugando con Focus y otro par de sus amigas que se habían acercado a la orilla. La fiesta duró un rato hasta que las focas se alejaron y aunque Aler inicialmente las siguió mientras yo le llamaba desesperado, llegó un momento en que como había hecho con anterioridad Focus se paró y las observó alejarse. En ese momento debió de entender que tenía que dejarla marchar y se dió la vuelta y volvió a mi lado, pero esta vez todo había cambiado, estaba contento y juguetón, me daba besos y saltaba. Supongo que el hecho de tener ocasión de despedirse, de ver que Focus estaba bien, le había devuelto la alegría.
Desde entonces, en nuestro paseo matutino, lo primero que hace al llegar a la playa es ventear buscando a Focus, y yo espero el día en que salga corriendo como un rayo para que podamos reunirnos con ella otro ratito. Quién sabe, quizá el próximo año.
—————————
Tras mudarnos cerca del mar, un capricho que nos dábamos a diario mi perro, y yo era acercarnos a la playa a dar un paseo en cuanto los primeros rayos de sol nos hacían abrir los ojos.
Paseábamos, nos bañábamos y cuando había olas grandes él corría asustado. Primero se acercaba ladrando cuando se recogían, y luego escapaba a todo correr cuando las olas volvían a por él.
Un día, en uno de estos paseos matutinos, vimos algo a lo lejos, era blanco y no muy grande, pero parecía que se movía un poco.
Aler, mi perro, se acercó a todo correr y vi cómo al llegar mantenía la distancia y poco a poco se acercaba olisqueando y acariciando con el hocico a lo que fuese que estaba en la orilla.
Al alcanzarle pude ver que eso junto a lo que se había quedado tumbado era una cría de foca, ¿o era un león marino? Nunca recuerdo cuál es el que tiene orejas y cuál es el que no.
Nos quedamos junto a la cría un tiempo, oteando el horizonte sin conseguir ver a su madre, mientras manteníamos húmeda a esa cosita blanca que, aunque al principio parecía aterrada, empezaba a sentirse cómoda con nosotros.
Tras más de una hora pasó el primer paisano de la mañana, un vecino al que apenas conocía más que de «hola» y «adiós».
Le enseñé a la cría y me dijo que algunos años habían pasado. Seguramente la madre, mientras buscaba comida, se había encontrado con un depredador, posiblemente pescadores, y ya no podría volver con la cría. Alguna vez habían llamado a las autoridades, pero esas crías necesitan una atención constante que los funcionarios no les daban y no salían adelante. Lo único que se lograba era alargar su agonía un poquito más. Que lo mejor era asumir que ya estaba muerta… Así es la naturaleza.
Tras esas palabras siguió su camino como si nada.
¿Asumir que ya estaba muerta? Se movía y hacía ruiditos, ¿cómo íbamos a abandonarla así nomás?
En ese momento ni se me ocurrió mirar en Internet, actué por instinto. Cogí una toalla que llevaba conmigo, la empapé, envolví a la pobre cría y la cogí en brazos. Pesaba más de lo que parecía, y al principio se revolvió mucho, pero enseguida se calmó y pudimos echar a andar de camino a casa.
Una vez en casa ya pude pensar con más calma, y aunque no conocía a nadie que supiera de fauna marina, pregunté al bot buscador cuál era la mejor forma de intentar mantener a la cría con vida.
Fueron unos meses difíciles, tanto Aler como yo nos pasábamos junto a ella, Focus la llamamos, casi todo el tiempo.
En cuanto la vi con fuerzas, volvimos a ir a la playa, pero en lugar de pasear íbamos los tres en mi destartalado coche. Allí los tres jugábamos, y Aler dejó de tenerle miedo a las olas grandes gracias a que no quería dejar a Focus sola, que ya cada vez era menos cría.
Alguna vez nos cruzamos con aquel paisano que siempre nos miraba con una mezcla de estupor y alegría. Y pasados varios meses se acercó a nosotros y me estuvo hablando. Faltaba poco para que las focas volvieran a pasar por la zona, y lo mejor para ella sería llevarla en barca a mar abierto para que se juntara con otras focas.
Lo pensé mucho, y tenía razón. Aunque en el jardín le había hecho un pequeño estanque, la tierra firme no era un lugar adecuado para una foca. A veces hay que dejar ir a quien quieres, aunque no sabía cómo explicarle eso a Aler.
Llegado el momento, hablé con el Pirata, tenía un barco pequeño pero muy marinero, que podría llevarnos hasta donde fuera necesario.
Lo más difícil fue salir de casa dejando allí a Aler. Se puso a ladrar y llorar como un loco, no entendía por qué su manada le abandonaba… Llevábamos muchos meses sin separarnos los tres.
Fueron varios días los que tuvimos que salir, y al ver que siempre regresábamos los dos, empezó a tomarse nuestras escapadas en solitario con más calma.
Sin embargo, llegó el día, el Pirata y yo encontramos un grupo de focas, y Focus enseguida se lanzó a jugar con ellas. Primero sin alejarse del barco, pero poco a poco se fue envalentonando y cogiendo más distancia. Estaba claro que la habían aceptado, así que el Pirata y yo nos dimos media vuelta y nos alejamos lo más rápido que aquel viejo cascarón podía. Al darse cuenta, Focus hizo ademán de seguirnos unos cientos de metros, se me partía el alma, pero al final se dio por vencida y se quedó quieta viendo cómo la dejábamos atrás. Cuando estábamos ya muy lejos vi a través de unos prismáticos que volvía con sus nuevas amigas… Al menos un consuelo.
Al llegar a casa todo fue un drama, Aler se puso histérico al no ver a Focus, subía y bajaba del coche sin parar. Olfateaba y gemía hasta que pareció entender que ya no estaba.
Los siguientes días fueron muy duros, apenas interaccionaba conmigo y en nuestros paseos matutinos no se acercaba al agua, ni corría, ni nada. Me preocupaba, pero no había mucho que yo pudiera hacer.
Sin embargo, al séptimo día, mientras dábamos nuestro, ahora melancólico, paseo, oímos un ruido. Aler enseguida se puso atento y venteó hasta que salió disparado como un rayo. Cuando le alcancé estaba en el agua jugando con Focus y otro par de sus amigas que se habían acercado a la orilla. La fiesta duró un rato hasta que las focas se alejaron y aunque Aler inicialmente las siguió mientras yo le llamaba desesperado, llegó un momento en que como había hecho con anterioridad Focus se paró y las observó alejarse. En ese momento debió de entender que tenía que dejarla marchar y se dio la vuelta y volvió a mi lado, pero esta vez todo había cambiado, estaba contento y juguetón, me daba besos y saltaba. Supongo que el hecho de tener ocasión de despedirse, de ver que Focus estaba bien, le había devuelto la alegría.
Desde entonces, en nuestro paseo matutino, lo primero que hace al llegar a la playa es ventear buscando a Focus, y yo espero el día en que salga corriendo como un rayo para que podamos reunirnos con ella otro ratito. Quién sabe, quizá el próximo año.
————————————-
Un capricho que nos dábamos a diario mi perro, y yo era acercarnos a la playa a dar un paseo al amanecer. Paseábamos, nos bañábamos y cuando había olas grandes él corría asustado.
En uno de estos paseos matutinos, vimos algo a lo lejos, era blanco y no muy grande, pero parecía que se movía un poco. Aler, mi perro, se acercó a todo correr y vi cómo poco a poco se acercaba olisqueando y acariciando con el hocico.
Al alcanzarle pude ver se había tumbado junto a una cría de foca. Nos quedamos junto a ella pero su madre no aparecía.
Tras más de una hora pasó el primer paisano de la mañana, un vecino al que apenas conocía más que de «hola» y «adiós». Me dijo que algunos años habían pasado. Seguramente la madre, mientras buscaba comida, se había encontrado con un depredador. Que lo mejor era asumir que ya estaba muerta… Así es la naturaleza.
Tras esas palabras siguió su camino como si nada.
¿Asumir que ya estaba muerta? Se movía y hacía ruiditos, ¿cómo íbamos a abandonarla sin más?
La llevamos a casa y gracias a Internet conseguimos mantenerla con vida.
Fueron unos meses difíciles, tanto Aler como yo nos pasábamos junto a ella, Focus la llamamos, casi todo el tiempo.
En cuanto la vi con fuerzas, volvimos a ir a la playa, pero en lugar de pasear íbamos los tres en mi destartalado coche. Allí jugábamos, y Aler dejó de tenerle miedo a las olas grandes gracias a que no quería dejar a Focus sola.
Alguna vez nos cruzamos con aquel paisano que siempre nos miraba con una mezcla de estupor y alegría. Pasados varios meses se acercó a nosotros. Faltaba poco para que las focas volvieran a pasar por la zona, y lo mejor para ella sería llevarla a mar abierto para que se juntara con otras focas.
Lo pensé mucho, y tenía razón. Aunque en el jardín le había hecho un pequeño estanque, la tierra firme no era un lugar adecuado para una foca. A veces hay que dejar ir a quien quieres, aunque no sabía cómo explicarle eso a Aler.
Llegado el momento, hablé con el Pirata, tenía un barco pequeño pero muy marinero, que podría llevarnos hasta donde fuera necesario.
Lo más difícil fue salir de casa dejando allí a Aler. Se puso a ladrar y llorar como un loco, no entendía por qué su manada le abandonaba… Llevábamos muchos meses sin separarnos los tres.
Fueron varios días los que tuvimos que salir, y al ver que siempre regresábamos los dos, empezó a tomarse nuestras escapadas en solitario con más calma.
Sin embargo, llegó el día, el Pirata y yo encontramos un grupo de focas, y Focus enseguida se lanzó a jugar con ellas. Primero sin alejarse del barco, pero poco a poco se fue envalentonando y cogiendo más distancia. Estaba claro que la habían aceptado, así que el Pirata y yo nos dimos media vuelta y nos alejamos lo más rápido que aquel viejo cascarón podía. Al darse cuenta, Focus hizo ademán de seguirnos unos cientos de metros, se me partía el alma, pero al final se dio por vencida y se quedó quieta viendo cómo la dejábamos atrás. Cuando estábamos ya muy lejos vi a través de unos prismáticos que volvía con sus nuevas amigas… Al menos un consuelo.
Al llegar a casa todo fue un drama, Aler se puso histérico al no ver a Focus, subía y bajaba del coche sin parar. Olfateaba y gemía hasta que pareció entender que ya no estaba.
Los siguientes días fueron muy duros, apenas interaccionaba conmigo y en nuestros paseos matutinos no se acercaba al agua, ni corría, ni nada. Me preocupaba, pero no había mucho que yo pudiera hacer.
Sin embargo, al séptimo día, mientras dábamos nuestro, ahora melancólico, paseo, oímos un ruido. Aler enseguida se puso atento y venteó hasta que salió disparado como un rayo. Cuando le alcancé estaba en el agua jugando con Focus y otro par de sus amigas que se habían acercado a la orilla. La fiesta duró un rato hasta que las focas se alejaron y aunque Aler inicialmente las siguió mientras yo le llamaba desesperado, llegó un momento en que como había hecho con anterioridad Focus se paró y las observó alejarse. En ese momento debió de entender que tenía que dejarla marchar y se dio la vuelta y volvió a mi lado, pero esta vez todo había cambiado, estaba contento y juguetón, me daba besos y saltaba. Supongo que el hecho de tener ocasión de despedirse, de ver que Focus estaba bien, le había devuelto la alegría.
Desde entonces, en nuestro paseo matutino, lo primero que hace al llegar a la playa es ventear buscando a Focus, y yo espero el día en que salga corriendo como un rayo para que podamos reunirnos con ella otro ratito. Quién sabe, quizá el próximo año.
«La buena letra» es esa que no tiene Ana para plasmar un torbellino de recuerdos que pasan por su cabeza.
La buena letra es el disfraz de las mentiras.
Ana es una mujer de un pueblo de levante, que al comienzo de la Guerra Civil Española ve cómo su familia y su humilde felicidad se desgrana. En «La buena letra» narra a su hijo todo lo que vivió, lo que sintió y lo que sufrió.
Es un libro cortito que muestra los estigmas que deja la guerra, los cuales se alargan mucho más allá del fin de esta. Hay heridas que no se cierran de por vida. El pobre seguirá siendo pobre eternamente; el rojo, rojo; el repudiado será siempre un apestado que no tendrá cabida entre los vencedores.
Los pobres seguimos siendo pobres aunque nos hagamos con dinero.
Está bien escrito, sin divagar más de lo necesario, profundizando en lo importante: las emociones, las relaciones, los sentimientos… Una experiencia de lectura muy agradable a pesar de lo duro del tema, en la que el autor deja entrever el amor y las cosas bonitas entre todo el dolor y el sufrimiento.
Cada noche me preguntaba si es que los demás no se daban cuenta de que la miseria no nos dejaba querernos. Era como vivir entre ciegos. Una tarde, cogí a tu hermana y me la llevé al cine. Ni siquiera sabía qué película pasaban aquel día. Sólo quería vengarme de los otros. No me importó que las vecinas me viesen entrar. Al fin de la función, me incorporé como todo el mundo y se me hizo un nudo en la garganta cuando tuve que cantar el Cara al Sol con el brazo en alto. Por la noche, en casa, tu padre, que ya se había enterado, me besó, me acarició el pelo. Entonces sentí que aquella lucha desesperada por la supervivencia era la forma de amor que nos habían dejado.
Si obviamos temas concretos, como ese Demolición de los Saicos (Lima, 1965), la escena punk tomó forma como un ente con definición propia a mitad de los 70.
En abril del 76, los Ramones publicaban en Nueva York un álbum «sin nombre» que en 29’16” escupía 14 temas que no podían hacer otra cosa que ser directos e ir al grano.
Casi un año y medio después (un día más tarde), en la otra costa del Atlántico, los Sex Pistols repetían una fórmula similar con su «Never Mind the Bollocks, here’s the Sex Pistols», traducible al castellano como «A la mierda las tonterías, llegan los Sex Pistols». Este lanzamiento de 12 temas en 38’45” reafirmaba un estilo que ya era global.
Más allá de su estética, que nunca ha llegado a desaparecer en algunas escenas pero que actualmente parece volverse una moda mainstream, el punk acostumbra a ser directo, reivindicativo y contrario al establishment que oprime con sus normas impuestas (legales y sociales). Temas rápidos y sin florituras, en muchos casos propiciados por la falta de conocimientos musicales, eran expuestos con una energía y crudeza en la que no se adornaban ni siquiera los ritmos o las letras, que decían lo que tenían que decir.
Posteriormente, se fueron subiendo al carro otros grupos que, sabiendo mucho de música, pudieron permitirse el uso de metáforas o la fusión con otros estilos más establecidos en algunos lugares, como el reggae o su precursor el ska. Demostrando que el punk era un estilo que recorría todo el globo terráqueo y se había hecho un espacio de pleno derecho representando las frustraciones de toda una generación de manera global.
Un verdor terrible es el color del que se teñía todo tras los ataques con gas (cloro) durante la primera guerra mundial. Y ese, el cloro, es uno de los descubrimientos en los que se centra la «historia» de este libro con historia.
Con este libro, y su secuela (Maniac), el autor narra hechos históricos con alguna pequeña licencia, de un modo que acerca al lector, de una manera llana y amigable, descubrimientos y logros científicos de nuestra historia reciente.
Para lograr su objetivo no duda en profundizar en el contexto histórico y en la psique de los científicos que trabajaron en los hallazgos descritos, para que la ciencia resulte tan accesible como cualquier libro de aventuras.
Llegué a estos libros (Un verdor terrible y Maniac) por una recomendación de Chema Alonso en su blog, aunque antes que él fue Obama quién apuntó a Labatut como uno de los autores que mantenía en su apretada lista de lectura con uno de los capítulos de este libro.
Con este libro podrás dotar de historia (parte real y parte ficticia) a grandes avances de la química, matemáticas o física, lo que probablemente te ayude a comprender el calado e importancia de todos los descubrimientos que trata, así como las motivaciones de las personas que están tras ellos.
Ya estaba el abuelo con su historia de siempre ¡Siempre igual! – Vosotros no lo vivisteis, pero el problema ya había empezado incluso antes de que la gente se empezase a preocupar por él y a salir en los medios y comentarse en las tertulias de los expertos en todo. Hasta ese momento nadie parecía darse cuenta de la ironía de que un bot te pidiese que demostrase si eras una persona o un bot… ¡Y al principio al menos te lo preguntaba! Aunque la forma de demostrarlo solía ser ayudarles a entrenar
Poco tiempo después la gente se alegró de no tener que resolver esos «puzzles» tan tediosos que te preguntaban, no se dieron cuenta de lo preocupante que era que el bot ya supiera si eras un bot o no antes de que hicieras nada.
Cuando empezó a popularizarse y saltó a los medios la Inteligencia Artificial nadie veía más allá de si se perderían trabajos o se crearían nuevos. Algunos calmaban las aguas prometiendo que todo el mundo recibiría lo necesario para vivir sin trabajar ¡Y se lo creyeron!
¡La gente se lo cree todo! En aquella época, había una cosa que se llamaba «democracia» ¡Ay si los griegos levantasen la cabeza! Se elegía quien iba a tomar decisiones en nombre de todos y en ese entonces es en el que empezó a ganar en cada país el que más mentía sin ruborizarse… Así nos fue, y así os hemos dejado este mundo… La generación anterior a la mía… algunos, se lamentaba de que eran los primeros que nos dejaban las cosas peor de cómo se las habían encontrado.
Ni que hubiera sido un reto, madre mía, que mundo os dejo. + Bueno abuelo, tan malo no es ¿No? – Tú siempre lo ves todo con buenos ojos, pero es tremendo que para entrar en cualquier portal, establecimiento, medio de transporte… Sea «el sistema» el que decida si te da acceso o no. El que el acceso a la educación, a la historia, ¡al arte! Esté restringido. * Abuelo, no exageres eh, que bien que tenemos que aprender cosas en las clases.
– Anda niño, no digas tonterías. Esos vídeos que os obligan a ver de influencers no son clases ni son nada. A la clase ibas y un profesor que había estudiado para ello, mejor o peor te enseñaba cosas, y compartías tiempo con otros niños y aprendías valores que ahora no sois capaces ni de concebir. Además, a lo mejor a tus padres les engañas, pero yo sé de sobra como apruebas los exámenes. * No…no sé lo que quieres decir… – ¡Claro que lo sabes! No me tomes por bobo.
Se supone que la generación de tus padres era la nativa digital, esa que iba a saber manejar todo y no sabían hacer la O con un canuto, pero yo, antes de que nacieran ya me pasaba las noches depurando sistemas operativos en tiempo real, crackeando aplicaciones, hackeando servidores… Madre mía fijaros que caras ¡ni siquiera sabéis de lo que os hablo! * Es que abuelo, la mitad de las palabras que usas no las entendemos, y siempre estás con los mismos rollos
+ Di que no, abuelo, a mi me gustan tus historias. Cuéntanos más, ¿cómo era entonces? – Sí, obviemos los exámenes de tu hermano. Hubo muchos «entonces», las cosas cambiaban tan rápido… El mejor momento fue a principios de siglo. Todavía podías hacer lo que quisieras, encontrar cualquier tipo de conocimiento en la red, y os digo cualquiera; y podías opinar de todo e informarte en medios de todo el mundo con información veraz, porque los medios se dedicaban a informar.
Todo iba muy deprisa, y cuando nos dimos cuenta estaba todo plagado de noticias falsas promovidas por bots. Y los sitios de opinión que antes eran propiedad de la gente y cualquiera podía tener uno en su casa, habían pasado a ser propiedad de empresas, y si decías algo que no les gustaba sus bots te censuraban… * Tú sigue diciendo esas cosas y luego te quejarás de que «el sistema» no te deje entrar en el metro. – Bah, ya soy demasiado viejo para preocuparme por él.
Cómo si me encierra en casa, vale la pena si consigo que cuando llegue el momento recordéis algunas de mis palabras. Porque llegará, ya lo creo que llegará. * Uuuuuh, que viene el monstruo. + No te preocupes abuelito, que yo las recordaré todas. – Ya lo sé niña, ya lo sé. Ojalá pudiera dejaros algo más que viejas palabras.
Hacía tiempo que no encontraba un libro que me dijera algo. Todos era un «ni fu ni fa» que no me llamaban la atención para nada. Todos hasta que llegó El ministerio del futuro.
Este libro no cuenta una historia al uso. Cuenta la historia del planeta, la historia de una revolución. Cuenta la historia de cómo la humanidad tiene que intentar terraformar la propia tierra para poder convivir con ella.
En su caso ya había perdido la esperanza de volver a ser un tipo corriente, de llevar una vida normal, de que no le hubiera pasado lo que le había pasado, de olvidarlo todo. Las terapias le habían enseñado a renunciar a esas esperanzas. Ahora tenía que depositar sus esperanzas en cosas como hacer el bien, por muy jodido que estuviera.
He de reconocer que el libro en sí está escrito reguleramente, pero no es algo horrible. Intercala capítulos narrativos con otros ensayísticos e incluso algunos poéticos en los que el narrador es el mercado o un fotón.
Los capítulos narrativos se centran sobretodo en un pequeño grupo de personas relacionadas con un ministerio de la ONU que se encarga de defender el futuro (para que lo haya) ante los ricos y poderosos.
Las tres personas más ricas del mundo acumulan más riqueza que la suma del PIB de los cuarenta y ocho países más pobres; el 1% más rico de la humanidad tiene más que el 70% más pobre.
Mientras, los capítulos que son más propios de un ensayo, arrojan un montón de datos de esos que te vuelan la cabeza una vez que los ves escritos negro sobre blanco.
El libro es una utopía solarpunk y como tal cree en la posibilidad de cambio, en que el mundo todavía se puede arreglar, aunque para ello hará falta una revolución radical que dinamite las bases del sistema.
Es incorrecto obedecer órdenes incorrectas.
Lo descubrí por una mención que hacen a él en el cómic «Cómo los ricos saquean el planeta y cómo impedírselo» que es un gran y sencillo acercamiento a la realidad climática y a qué podemos hacer para cambiarla.
Ambos títulos me parecen muy recomendables por ser de tremenda actualidad, estar bien documentados con sus referencias a datos y estudios, y facilitar la comprensión de un problema que es tremendamente complejo y difícil de abordar.
¡Inventen el poscapitalismo! El mundo lo necesita, es imprescindible para la supervivencia.
We use cookies to ensure that we give you the best experience on our website. If you continue to use this site we will assume that you are happy with it.