Todo el mundo en la aldea de la Vega conocía la noticia: Don Garcilaso había muerto a golpe de ballesta en Soria. Se oían lamentos por toda la aldea.
A Lara le apenó la noticia, pero más que por la muerte de su señor, porque estaban esperando su vuelta, ella y su amado Nelu, para pedirle su beneplácito en cuanto al su matrimonio.
Lara ya era buena moza, 15 años tenía, y Nelu era uno de los canteros que habían venido desde otras villas y valles a cargo del señor para levantar la torre que luego valdría para vivienda y defensa de la familia de este.
En concreto, Nelu, venía del puerto de San Martín de la Arena.
Para Lara, las historias que le contaba Nelu eran pura fantasía, pues a pesar de la cercanía de la Vega, nunca había visto el mar. Nelu le hablaba de cómo cazaban ballenas, de las largas murallas y otras defensas que habían construido para rechazar los ataques de los santanderinos, y de cómo las olas rompían contra las rocas mientras uno se bañaba. Nelu incluso sabía nadar, era tan valiente…
Allí reunidos, gentes de distintos hogares, se habían compartido comidas, canciones, historias… y Lara había compartido con Nelu susurros a escondidas, miradas cómplices y escapadas a la orilla del río. Estaban enamorados.
Ahora no les quedaría otra que esperar el duelo y ver qué medidas tomaba el nuevo señor (Garcilaso, como su padre), pues seguro que desearía ir a vengar la muerte del su padre.
